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CUSTO

El jueves por la noche Custo intentó suicidarse.

Lo tengo que escribir para captar toda su dureza, su realidad, para que no se me olvide que todos le hemos fallado.

Me llamaron el viernes por la tarde para contarme que lo habían encontrado convulsionando e inconsciente en su cama, que habían llamado a la ambulancia y que estaba en el servicio de Urgencias del hospital.

El sábado mismo fui a verle pero lo habían transladado ya a un Hospital Psiquiátrico, habiendo aceptado él mismo quedarse allí.

Desde que me lo dijeron me quedé conmocionada y avergonzada por no haber sabido ayudarle. Sabía que estaba mal. Llevaba desde los 25 años con un brote esquizoide. Solía recibir tratamiento psiquiátrico y medicación, solía mejorar y solía dejar las pastillas, para luego recaer y volver a empezar.

A sus 33 años, me decía el domingo cuando volví a visitarle que su paso por ese hospital no le iba a beneficiar en su CV. Le dije que ahora lo importante es que se cure. No pareció muy convencido.

Tenía mejor aspecto que el día anterior, pero también parecía más consciente de dónde estaba y de los compañeros que le rodeaban.

Reconozco que he llorado mucho. Primero por pensar que casi le perdemos, luego por nuestra impasividad, luego por dejarle allí, luego al recordar sus palabras (qué dura es la vida, repetía) y luego de pensar que me tenía que ir y él se quedaba allí, con sus largos pasillos, con su cama deshecha, con su bata mal atada, con su pelo despeinado, con su mirada triste, con ese café descafeinado que sabe a rayos, con las canas que le han salido y no me había dado cuenta, con su soledad, con su incertidumbre, con su enfermedad, con sus pocas ganas de vivir. Y yo me tenía que ir. Quería quedarme pero es que me tenía que ir. La hora de visitas acaba a las ocho. Y no sé cuándo volveré a verle.

Con Custo he compartido muchos juegos de niños, mucha complicidad, muchas risas, gominolas, también carencias, peleas, amigos. Hemos estado muy unidos hasta que le entró esta dichosa enfermedad, pero de la que nadie hablaba, y por la que se empezó a distanciar de todo y de todos. Se sabía que estaba mal y como está mal visto reconocer que uno tiene un problema mental pues se oculta y en vez de solucionar las cosas se esconden. Qué mierda de sociedad.

Como pienso que nunca es tarde para nada quiero empezar a informarme e informar en este blog del avance de Custo, para que se despeje esa nube de desconocimiento que nos impide avanzar, para quitarle el miedo que supone lo desconocido y más una enfermedad mental. No quiero sentir lástima de él sino respeto.

Cada vez más frecuentemente voy conociendo casos muy cercanos de familiares y amigos que tienen a un enfermo en su entorno. Si está ahí, sería mejor afrontarlo con dignidad y honestidad.

Esta vez Custo ha superado a las 30 pastillas que se tomó y al menos físicamente está bien. Para nosotros es una alegría y un toque de atención. Para él volver a la tortura.

Espero que se cure. Lo necesitamos. Lo queremos.

4 comentarios

laMima -

Dices bien, nunca es tarde para nada (o casi nada) y creo que tú has llegado a tiempo.
Es bueno mirar alrededor y ver lo que ocurre, y conseguir colocarnos en nuestro sitio frente a ello. El ha agradecido verte allí, y eso importa.
Quiérelo mucho, intenta ayudarle en lo que puedas...él es quien debe hacer el resto, pero si le echáis una mano estará más cerca de conseguirlo.
Besos.

patri -

No pienses que le has fallado, te tiene ahora e intentas ayudarle. Es muy difícil estar a la altura de nuestras propias espectativas: mantener tu familia, tu trabajo, atender a tus amigos... al final siempre queda algo pendiente y eso no nos gusta, pero has llegado a tiempo y seguro, que ese ratito en el hospital y tu cariño le dan fuerza de nuevo. Ánimo, que lo has hecho muy requetebién. Un beso

Todo-a-un-leru -

No tiene porqué ser una vuelta a la tortura, es muy duro,pero se puede aprender a vivir con la enfermedad mental como con cualquier otra... yo conozco a una persona con esquizofrenia: tiene sus altibajos (todos los tenemos, al fin y al cabo), pero en general, le va bien, lo veo poco, pero cuando nos vemos siempre se ve una persona muy alegre y es muy fácil entablar conversación con él.
También tengo una prima pequeña con una enfermedad parecida al autismo (como el autismo, pero más "leve"), y es cierto eso que dices del "miedo a la enfermedad mental", la familia teme por ella, ella se angustia a veces porque no es capaz de comunicarse y la gente prácticamente le huye, porque suele desconfiar de las personas a las que no ve habitualmente y a veces alguna de estas tías besuconas intenta besarla sí o sí y ella le acaba pegando una patada en la espinilla... pero es tan fácil como que no la presiones y la dejes tomar la iniciativa, entonces ella se esfuerza en comunicarse contigo, a su manera(no puede hablar)... yo le tengo mucho cariño, porque cada vez que me ve se me acerca y me abraza(Y no me explico cómo me ha cogido tanto cariño, con lo "sosa" que soy yo para tratar a los niños pequeños, simplemente no me salen las carantoñas, ni la vocecita esa chillona que se suele emplear con los niños... les hablo casi en el mismo tono de voz con que le hablaría a un adulto, y los niños tienen que pensar que soy lo más aburrido que ha pisado la faz de la tierra... pero mira por donde, a mi prima le he caído bien),no soporto que la gente hable de ella como si fuera un bicho raro o una desgraciada. Bueno, te digo todo esto para ponerte un ejemplo de que se puede vivir, o convivir,con una enfermedad mental, y además ser feliz... es difícil, y también es duro, pero se puede.
Muchos ánimos para ti y para Custo, y espero que él vaya remontando y también le vaya bien.
Muchos besos.
Rosa.

Vesania.- -

no te quedes sólo en la enfermedad mental, ves más allá, trátalo como si fuera "normal" y simplemente se deprimiera...
Duro y dificil. Espero se recupere. Un beso.