EN EL METRO
Creo que no lo había contado aún, pero ayer llevé el coche al taller. Por fin lo van a arreglar. Como medio de transporte alternativo para ir a trabajar, tengo el metro para un tramo y el bus para el resto.
Esta mañana, en el metro, iba de pie porque ya se sabe que a esas horas, entre las ocho y las nueve, va a tope. En cuanto una chica se levantó, nos avalanzamos otra y yo al asiento, pero ella fue más rápida. Sólo me quedaban un par de paradas pero ir de pie, con esas paradas repentinas que hace el convoy no mola y menos con una barriguilla que empieza ya a despuntar, que puede ser peligroso.
Como no llegué a tiempo de coger asiento, me quedé un poco frustrada porque ves que la gente va a saco sin fijarse en quién puede necesitar más el asiento (yo soy de la antigua escuela y si veo un viejito o alguien con muletas, o una embarazada, etc, me levanto y les dejo el asiento). Pues nada, me quedé agarrada de nuevo en la barra de pie. Un hombre se fijó en mi cara de decepción y me hizo un repaso enterito. Cuando llegó a la barriga, se levantó enseguida con una sonrisa y me ofreció su asiento.
Todavía queda gente amable. Da gusto.
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